Pero esos quizás se mezclaban rápidamente con pensamientos más oscuros. ¿Y si había tenido un accidente? ¿Y si alguien la había seguido? ¿Y si la desaparición del pasaporte la había puesto en peligro? El miedo crecía, pesado e insistente, ya no era algo que pudiera apartar.
Finalmente, Adam llamó a Leo, intentando mantener la voz firme, pero sin conseguirlo. Describió lo que había ocurrido: la broma, el pasaporte desaparecido, el teléfono ilocalizable, el extraño vacío del día. Se hizo el silencio al otro lado del teléfono durante demasiado tiempo antes de que Leo dijera que iba a venir.