Entonces, de repente, como fragmentos desprendidos, los recuerdos de Adam parpadearon: Clara empaquetando cajas, su voz tranquila explicando que necesitaba espacio, sus manos temblorosas al despedirse. Lo había ignorado, aferrándose a rutinas y rituales que ya no existían.
Recordaba haberse alejado, negándose a escuchar sus últimas palabras, enterrándolo todo bajo la insistencia de que estaban bien, de que nada estaba terminando. Había sustituido la ruptura por una negación tan completa que parecía la verdad.