«Y yo contaba razones para no soltar el cuchillo», dijo él. La sal le escocía en los ojos, por el agua del mar… o quizá no sólo por eso. Le tocó suavemente el vientre. «Supongo que es una buena práctica. Ayudar primero, asustarse después»
El bebé respondió con patadas y Catherine esbozó una sonrisa lacrimógena. Apenas tuvieron tiempo de relajarse cuando Catherine se puso rígida de repente. Un pequeño estallido resonó y un calor se extendió por su vestido. Su rostro palideció. «John… creo que acabo de romper aguas»