Entonces la ballena giró y se dirigió hacia aguas más profundas, moviendo la cola con fuerza. Su aleta dorsal se desvaneció hasta convertirse en una línea en el horizonte. John subió por la escalera, con el traje empapado. Catherine lo abrazó con fuerza.
Luego se echó a llorar. «Estás loco», dijo, riendo entre lágrimas. «Loco pero increíble» Intentó disimular, pero le temblaban las rodillas. «Alguien tenía que hacerlo»
Le tocó la cara. «Contaba cada segundo»