Una vez en su nueva habitación, James sonrió. Su habitación era más grande que cualquier otra que hubiera tenido, con ventanas en tres lados que ofrecían una vista completa del vecindario. Se sentía el rey del mundo. Pero cuando miraba hacia fuera, el cobertizo estaba allí, mirándole fijamente.
Cuanto más miraba, más se parecía al tipo de lugar con el que tropezaría en sus aventuras de Dragones y Mazmorras: oscuro, abandonado y lleno de secretos. Su curiosidad se despertó de nuevo, pero rápidamente la apartó, distraído por la emoción de su nuevo hogar y lo que el verano podría depararle.