Una enfermera adopta a un bebé abandonado que nadie quería. 18 años después, llora al descubrir por fin por qué

A la tarde siguiente, sonó el timbre. A Clara le dio un vuelco el corazón, pero cuando abrió la puerta sólo estaba Emily, con las mejillas sonrosadas por el camino de vuelta a casa y la mochila en el suelo. «¿Ya hay noticias?», preguntó alegremente, con la voz cargada de expectación. Clara forzó una sonrisa. «Aún no», dijo. Esta vez no era mentira, no del todo.

Pero las palabras ardían igualmente, y la verdad se le clavó como una piedra en el pecho. Aquella noche, Clara se afanó en la cocina, cortando verduras con precisión mecánica mientras Emily se desperezaba en la mesa, contando su día. «He aprobado el examen», anunció orgullosa, mordisqueando un palito de zanahoria. «Quizá heredé algo de cerebro de mi misteriosa familia, ¿eh?»