Una enfermera adopta a un bebé abandonado que nadie quería. 18 años después, llora al descubrir por fin por qué

Pero esta noche, al bajar las escaleras del metro, no tenía ni idea de que una sola decisión -tomar el metro en lugar del autobús- iba a cambiar su vida para siempre. El andén estaba casi desierto, y las luces parpadeantes proyectaban sombras sobre las paredes de azulejos. Clara se frotó las sienes, intentando despejar la niebla del cansancio.

Fue entonces cuando lo oyó: fino, agudo, frágil. Un grito. Sus ojos recorrieron el andén, buscando, hasta que se fijaron en un cochecito apoyado en el banco más alejado. Frunció el ceño y se le aceleró el pulso. El grito volvió a oírse, inconfundible. Se acercó, cada paso más despacio que el anterior, con el miedo subiendo por su espalda.