Por la noche, Clara se quedaba delante de la puerta de Emily, escuchando el rasguño de la pluma contra el papel. Emily había empezado a escribir un diario, llenando las páginas de conjeturas, sueños e incluso bocetos de cómo serían sus padres biológicos. Clara se dio la vuelta antes de que se le saltaran las lágrimas y se apretó la boca con el puño para no hacer ruido.
En el trabajo, se sorprendió a sí misma con la mirada perdida en los gráficos, mientras pensaba en el sobre que llegaría cualquier día. Se imaginaba la cara de Emily iluminada por los resultados, se la imaginaba corriendo a los brazos de desconocidos, se la imaginaba eligiéndolos a ellos antes que a la mujer que se lo había dado todo.