Una enfermera adopta a un bebé abandonado que nadie quería. 18 años después, llora al descubrir por fin por qué

En el décimo cumpleaños de Emily, Clara la vio soplar las velas rodeada de compañeros del colegio, con la cocina llena de globos y sombreros de papel. El deseo de Emily había sido sencillo: «Espero que mamá no se ponga nunca enferma», y Clara se había excusado en el lavabo, parpadeando y conteniendo las lágrimas.

A los catorce años, Emily era inquieta, garabateaba poemas en sus cuadernos, ponía a prueba los límites con portazos y palabras afiladas. Pero cuando Clara la encontraba llorando en silencio por una pelea con sus amigas, Emily seguía subiéndose a su regazo como si volviera a ser pequeña. Momentos como esos le recordaban a Clara lo mucho que se necesitaban la una a la otra.