Una enfermera adopta a un bebé abandonado que nadie quería. 18 años después, llora al descubrir por fin por qué

La maternidad llegó a Clara sin manual, sin pareja y sin margen de error. Aprendió a través de noches en vela, manipulando biberones mientras estudiaba las tablas de medicación, llevando la bolsa de los pañales en un hombro y los expedientes de los pacientes en el otro. Había mañanas en las que llegaba corriendo al trabajo con Emily acurrucada contra su pecho, calmándola mientras respondía a las preguntas del médico.

También hubo momentos de pánico: la primera fiebre de Emily, la caída de la cuna, el día que se perdió de vista en el parque y a Clara se le paró el corazón hasta que un desconocido le señaló dónde estaba la niña persiguiendo palomas. Cada obstáculo dejaba a Clara más decidida, más protectora, más segura de que aquella niña estaba destinada a ser suya.