Cuando conoció a su hermana recién nacida y gritó: «Ésa no es mi hermana», su padre empezó a cuestionárselo todo

La vida volvió poco a poco a la normalidad. Las dudas y las discusiones desaparecieron, sustituidas por la calidez de su creciente familia. A menudo, James se maravillaba ante el cabello encendido del bebé, que no veía como una fuente de confusión, sino como un bello recordatorio de la imprevisibilidad de la vida.

Con el paso de los años, la historia del pelo del bebé se convirtió en una broma familiar, algo de lo que se reían durante la cena. Pero para James también fue una lección de confianza y amor, un recordatorio de que las familias no se definen por las apariencias, sino por los lazos que deciden cultivar cada día.