El repentino dolor de Evan se transformó en algo agudo. «Confiaba en ti», dijo, con voz cruda. Calder se estremeció. «¿Qué puedo decir?» La confesión cayó entre ellos como un disparo. Calder no era perseguido sólo por haber desertado; también había asesinado al único hombre que podía desenmascarar a la red a la que servía.
Una repentina explosión estalló cerca de la entrada. Calder se tambaleó. Evan se soltó, tropezando detrás de una fila de unidades mientras los agentes avanzaban. Calder disparó salvajemente, gritando el nombre de Evan, con una voz entrecortada por la furia y la desesperación. El complejo de almacenes se llenó de humo, gritos y el eco de la traición.