Evan susurró: «Esto era de mi padre. Tú eres el traidor, ¿verdad?» La expresión de Calder se deshizo en rabia y dolor. «¡No debería haberse entrometido, el muy tonto!» Dijo Calder entre dientes apretados. «Lo arruinó todo» La confesión golpeó a Evan como un mazazo. Calder no estaba defendiendo la obra de su padre. Había intentado borrarlo.
La puerta metálica de la unidad se cerró con un violento estruendo. Entraron agentes armados, con las armas en alto. Calder agarró a Evan y lo arrastró hacia atrás, ahora desesperado. «Si me cogen, lo sabrán todo», siseó. Evan se dio cuenta de que Calder no le estaba protegiendo, sino que le había utilizado para conseguir pruebas contra él.