Exhaló con fuerza. «Por eso tenía el aspecto que tenía. No te ocultaba ningún secreto. Me aterrorizaba que existiera uno, sin mi conocimiento, y en el que yo pudiera estar implicada. Los registros perdidos son peligrosos, legal y médicamente. Quería protegerme tanto como tú» Su franqueza era cruda y extrañamente aliviadora.
De camino a casa, Linda sintió que el peso de la cicatriz cambiaba. Ya no palpitaba amenazadora. Era el recuerdo de una batalla que no recordaba haber librado, una supervivencia grabada silenciosamente en su piel. La traición del silencio persistía, pero al menos el miedo se había disipado y había sido sustituido por algo más silencioso y pesado: la verdad.