Tras la cesárea, notó una extraña cicatriz. Cuando preguntó al médico por ella, su rostro palideció

Una noche, su marido se topó con el diario. Al hojear las páginas, su rostro se tensó. «Estás obsesionada», dijo en voz baja, cerrándolo. «Esto no es sano. Ahora deberías centrarte en las necesidades del bebé» Ella se lo arrebató, con fuego en los ojos. «La obsesión es lo único que me dará respuestas y no voy a descuidar a nuestro hijo» Su voz no dejaba lugar a dudas.

En la quietud de la noche, se quedó despierta, con su bebé respirando suavemente a su lado. La cicatriz ardía débilmente bajo la palma de su mano, llena de secretos. Cuanto más se resistía la gente a sus preguntas, más decidida se mostraba. Fuera cual fuera la verdad que se escondía bajo aquella línea, la desenterraría, sola si era necesario.