Tras la cesárea, notó una extraña cicatriz. Cuando preguntó al médico por ella, su rostro palideció

Incluso mientras acunaba a su hijo para que se durmiera después de comer, la cicatriz parecía arder bajo su camisa. Ya no era sólo piel, era un signo de interrogación grabado en su cuerpo. Y cuanto más se lo negaban los demás, más aguda se hacía su necesidad de respuestas.

Cuando llegó la mañana, ya lo había decidido. Si su familia no le decía la verdad, la encontraría ella misma. Hospitales, archivos, historiales médicos… buscaría por todas partes hasta que se rompiera el silencio. No descartaría la cicatriz. Se debía a sí misma la verdad, por dolorosa que fuera.