Tras la cesárea, notó una extraña cicatriz. Cuando preguntó al médico por ella, su rostro palideció

Le enseñó las fotos a su marido. «¿Ves? Mírame antes del parto. Nada» Entrecerró los ojos y se encogió de hombros. «Los cuerpos cambian, cariño. La piel se estira, aparecen marcas. Aún te estás curando» Su desprecio despreocupado se sintió como un rechazo de su cordura. Quería una explicación, no perogrulladas.

Sus amigas también intentaron calmar sus preocupaciones. Durante los cafés, sacudían la cabeza y le decían que estaba analizando demasiado. «El embarazo hace cosas raras», le dijo una. Otra añadió: «Probablemente sólo estás notando líneas que siempre han estado ahí» Sus palabras no sirvieron de nada. Sus instintos le gritaban lo contrario.