Desenterró viejos papeles del seguro, carpetas polvorientas guardadas en el fondo de un cajón. Página tras página se enumeraban las visitas al médico, las recetas y los controles de bienestar. No se mencionaba ninguna operación de urgencia ni ninguna hospitalización de su infancia. Según los archivos, había vivido una vida sin ser tocada por el bisturí.
Una noche, después de dormir al bebé, estaba agotada pero inquieta. Revisó viejas fotografías en su teléfono. Viajes de verano, bodas, trajes de baño. Amplió cada imagen, estudiando su abdomen. La cicatriz de la cesárea era nueva, pero ¿la otra línea? Ni rastro. Nunca había formado parte de su cuerpo.