Los documentos llegaron unos días más tarde, líneas de lenguaje estéril y códigos. Buscó con impaciencia cualquier mención a una segunda incisión. Pero no había nada. Sólo la descripción de la cesárea, las notas rutinarias sobre la anestesia y el cierre. Ni rastro de la marca grabada en su piel.
La frustración le oprimió el pecho. Volvió a leer los expedientes, convencida de que se le había pasado algo por alto. Pero el lenguaje no cambiaba. Su «incisión transversal inferior» era limpia y sin complicaciones. Los expedientes insistían en que su cuerpo contaba una historia, pero el espejo mostraba otra. Se sentía atrapada entre dos verdades contradictorias.