La serena belleza de los terrenos del templo parecía casi surrealista comparada con el peligro que acababa de encontrar. La tranquilidad del entorno contrastaba con los siniestros sucesos de los que había sido testigo.
Al llegar a la comisaría más cercana, Gabriel irrumpió por la puerta, sin aliento y con los ojos muy abiertos. Relató los extraños y aterradores sucesos que había vivido. Su descripción del extraño comportamiento de los monos, la inquietante escena en el claro de la selva y el brutal robo fue recibida con escepticismo e incredulidad iniciales.