George se apoyó en la valla, con una sonrisa de satisfacción en los labios. Sus días, antes solitarios, estaban ahora llenos de compañía y alegría, y su granja bullía con la energía de la nueva vida. El vínculo entre Trueno y el perro no se parecía a nada que George hubiera visto antes, y los cachorros, cada día más fuertes, se habían convertido en parte de la familia.