Mantuvo el paso firme, con la mirada fija en el caballo y el perro. El perro, pequeño pero decidido, permanecía junto a Trueno, mirando de vez en cuando a Jorge, como si comprobara que le seguía.
De repente, el perro aceleró el paso y se adentró en la maleza. Trueno lo siguió, trotando con elegancia sobre el terreno irregular. George frunció el ceño, preocupado, pero siguió adelante, zigzagueando entre los árboles hasta llegar a un pequeño claro.