«Creí que te había perdido», susurró Jorge, con la voz entrecortada por el alivio. Trueno volvió a resoplar y su cálido aliento le reconfortó en el frío aire nocturno. George le dio unas palmaditas en el costado y luego se enderezó lentamente, la adrenalina por fin empezaba a desaparecer.
Trueno no estaba solo. La pequeña criatura estaba a su lado, jadeando ligeramente mientras miraba hacia George. Pero ya no corría, sino que le estaba esperando. George se quedó sin aliento y se acercó con cautela. Sus músculos gritaron en señal de protesta, pero no le importó. Tenía que averiguar qué era aquella criatura.