«¡Trueno!», volvió a gritar, ahora con más fuerza. Se abrió paso entre la maleza, ignorando las ramas que le arañaban la piel y las raíces que amenazaban con hacerle tropezar. Su única atención era el sonido del chirrido de Trueno, cada vez más fuerte a cada paso.
El bosque parecía diluirse a medida que George avanzaba, los árboles se separaban lo suficiente para que pudiera ver una forma familiar delante de él. Se le cortó la respiración cuando la silueta de Trueno apareció entre las sombras, erguida y orgullosa en un pequeño claro.