El pánico arañaba los bordes de la mente de Jorge. Podía sentirlo entrando sigilosamente, apretándole el pecho, amenazando con ahogar el aliento de sus pulmones. Tenía que mantener la calma. Tenía que pensar. Pero lo único en lo que podía pensar era en lo profundo que estaba en el bosque y lo lejos que parecía estar su hogar.
El trueno había desaparecido de nuevo, y con él, la criatura. George estaba completamente solo. Un escalofrío le recorrió la espalda al darse cuenta de la realidad de la situación. Estaba perdido. No había prestado atención cuando Trueno y la criatura se habían alejado, y ahora no tenía ni idea de adónde ir. El aire frío le mordía la piel y la ropa mojada se le pegaba incómodamente al cuerpo.