Un niño desaparece de un crucero y años después encuentra a sus padres

Lucas no sabía mucho de esperanzas adultas. Lo único que sabía era que en el bufé había macarrones, que la piscina era grande y que había hecho una nueva amiga: una niña llamada Lucy que traía sus muñecas a la terraza todas las tardes. Su compañía era suave, tranquila y reconfortante.

Se encontraron por primera vez cerca de la barandilla, Lucy extendiendo una pequeña manta de picnic para sus muñecas. Lucas le ofreció a cambio un dinosaurio de plástico. Ella soltó una risita. A partir de ese momento, fueron inseparables. Mientras los Harrigan discutían, los niños construían pequeños mundos de fantasía bajo el sol, vigilados por Daisy O’Hara, la madre de Lucy, que leía tranquilamente un libro a unos metros de distancia.