Había aprendido a desaparecer, no literalmente, sino emocionalmente. Mientras sus padres discutían, Lucas solía alejarse lo suficiente para no oír los gritos. Tarareaba para sí mismo, empujaba su camión de juguete por las barandillas y encontraba la paz en pequeñas aventuras de su propia creación.
Se suponía que las vacaciones iban a cambiar eso. El crucero Royal Caribbean había sido idea de James, una especie de rama de olivo. Pensó que un cambio de aires sanaría lo que estaba roto. Imaginó cenas tranquilas y fotos del atardecer. Pero ninguna brisa marina podría calmar las tormentas que llevaban dentro.