Un niño desaparece de un crucero y años después encuentra a sus padres

El sobre llegó dos días después. Dentro: los resultados de una prueba de paternidad. Le temblaron los dedos al abrirlo. Hojeó la página una vez. Luego otra vez. Una coincidencia. 99.99%. Su cuerpo se estremeció. Se dejó caer en una silla, jadeando. Su bebé. Su hijo. Había estado vivo todo este tiempo.

Las lágrimas brotaron, incontrolables y calientes. Veinte años imaginando lo peor. De mirar a la multitud y ver fantasmas. Ahora tenía la verdad en sus manos. El alivio la atravesó, cegador y agudo. Y justo debajo, la rabia. Una rabia implacable, volcánica. Alguien se lo había llevado. Lo había criado. Lo había llamado suyo.