Helen suspiró, con los ojos fijos en los niños. «Querías espacio», dijo en voz baja. «Pero olvidaste el respeto por el camino» «Lo sé», dijo Lisa, con los ojos desorbitados. «No te merezco» Helen miró a su hija durante un largo momento. «No tienes por qué merecerme. Pero sí tienes que recordar que no estoy aquí para que me des por sentada»
El silencio entre ellas perduró. Frágil, pero ya no frío. La cortina crujió al entrar el médico. «Buenas noticias», dijo con una sonrisa tranquilizadora. «Están respondiendo al tratamiento. Los fluidos están ayudando. Puede llevárselos a casa hoy mismo» Lisa soltó un suspiro tembloroso y se llevó las manos a la cara. «Gracias a Dios