Normalmente no era nada. Una alerta bancaria. Una confirmación de entrega. La ausencia del nombre de Lisa se convirtió en su propia presencia. Entonces, una tarde gris, por fin apareció. El teléfono sonó tan de repente que a Helen casi se le cae la taza que tenía en la mano. La cogió, con el pulso ya acelerado. «¿Mamá?» La voz de Lisa era temblorosa, sin aliento, con los bordes deshilachados por el pánico.
Detrás de ella, Helen oía el eco de voces, pasos apresurados, el débil y constante parpadeo de un monitor. «¿Lisa? ¿Qué ocurre? Preguntó Helen, ya de pie. «Estamos en el County General», dijo Lisa rápidamente. «Los niños. Están muy enfermos. No pueden retener nada, tienen la fiebre por las nubes. Lo he intentado todo. No sé qué hacer, mamá»