«Desapareciste durante casi dos semanas sin decir una palabra, ¿y ahora quieres que vuelva a dejarlo todo?» Lisa suspiró, un suspiro teñido de irritación. «Mamá, por favor. No necesito un sermón. Sólo necesito ayuda. Eres mi madre. Se supone que tienes que estar ahí» Algo en Helen se quebró. Su voz salió calmada pero bordeada de acero. «Yo estaba allí. En todo.
En cada recogida tardía, en cada noche que no podías cocinar, en cada momento que necesitabas a alguien que lo mantuviera todo unido. Pero sólo te acuerdas de mí cuando te conviene, Lisa» Hubo una pausa en la línea, lo bastante larga como para que Helen pudiera oír la respiración entrecortada de Lisa. «Mamá…» Lisa empezó, con voz insegura.