Su gatito es raptado por algo que se esconde en el bosque, pero el vecindario no sabía que era un peligro para todos

Pero con cada vuelta, su voz se hacía más tensa. Por la tarde, Lisa había comprobado todos los rincones de su propiedad, había llamado a las puertas de los vecinos y se había arrastrado bajo su terraza, con las rodillas rozando la grava y las hojas húmedas. No estaba Nina. Ni rastro. Ni el tintineo de su collar, ni un mechón de pelo, ni una sola huella en el barro del jardín.

Lo peor era la quietud. Si hubiera habido un forcejeo, un sonido, cualquier cosa, tal vez Lisa podría haber reaccionado. Pero no había habido nada. Ni un grito, ni un aullido, ni siquiera un macizo de flores revuelto. Sólo una brisa y el sonido de su propio corazón latiéndole con fuerza en los oídos. Aquella noche apenas durmió. Dejó la puerta trasera abierta y un cuenco de comida fuera.