Su gatito es raptado por algo que se esconde en el bosque, pero el vecindario no sabía que era un peligro para todos

Esperaron otro minuto antes de moverse. Caleb iba delante, encorvado. Cada paso era lento, deliberado. Se arrastraron por el borde del barranco, con los ojos bien abiertos en busca de movimiento. El sendero se torcía tras un muro de piedra cubierto de musgo. Entonces lo vieron.

Un hueco en la tierra. Natural, pero desgastado. En su centro, acurrucado en un lecho de hojas y helechos secos, el puma yacía acurrucado, no solo. A su lado, arrimados, había dos gatitos. Lisa se quedó sin aliento. Nina era una. El otro era gris oscuro con rayas atigradas. Debía de ser el gatito de la hija de Kevin. Ambos estaban vivos, alerta, pero visiblemente quietos. No estaban jugando.