Kevin le había enviado la foto de la huella y ella no podía dejar de mirarla. Era enorme. La comparó con las diminutas patitas de Nina en el fondo de su teléfono, una foto en la que Nina estaba enroscada en la mano de Lisa como un rollo de algodón, y el contraste le revolvió el estómago.
Fuera lo que fuese lo que se había llevado a su gatita… era algo capaz. Algo deliberado. No un zorro. Ni un mapache. Ni el perro de un vecino. Un depredador. A la mañana siguiente, Lisa imprimió nuevos volantes. Añadió el gatito de Kevin a la descripción.