«Gracias», dijo Lisa, sorprendida por lo ronca que sonaba su voz. La chica vaciló. «Espero que la encuentres. Parecía un encanto» Lisa contestó: «Lo era» Era. Lisa odiaba lo fácil que se le escapaba el tiempo pasado. Al quinto día, justo cuando Lisa empezaba a aceptar la posibilidad de que Nina no volviera nunca, sonó el timbre de su puerta.
Era un hombre al que no conocía bien, Kevin, que vivía en el bloque de al lado, siempre llevaba pantalones cortos y cojeaba. Tenía mal aspecto. «¿Sigues buscando a tu gato?», preguntó. A Lisa le dio un vuelco el corazón. «Sí» Exhaló y se rascó la barbilla.