Una mujer dona un riñón para salvar la vida de su novio, que rompe con ella tras la operación

Maya siempre había confiado en su cuerpo más que en la gente. Era fiable, disciplinado, construido a base de años de sudor y silencio. Como triatleta de competición, entrenaba como si fuera un contrato. Su respiración, su ritmo, su tolerancia al dolor… eran cosas que podía medir. Controlar. Depender de ellas.

No tenía tiempo para distracciones. Se perdía cumpleaños. Se saltaba fines de semana. Ningún novio le había durado más que una temporada de carreras. La mayoría de la gente decía que era intensa. Maya no discutía. La intensidad era lo importante.