Una mujer dona un riñón para salvar la vida de su novio, que rompe con ella tras la operación

Sólo sinceridad, sin rodeos. Maya no sabía qué decir. Pero se encontró extendiendo la mano para rozar la suya. «No tienes que cargar con eso sola», le dijo. Y él la miró como si hubiera estado esperando oír eso durante mucho tiempo.

Las semanas siguientes trajeron un cambio tranquilo. Aiden empezó a faltar a sus encuentros habituales. Sus mensajes se hicieron más cortos, a veces con horas de retraso. Cuando se veían, estaba pálido. Cansado. Su risa no llegaba tan lejos y sus manos temblaban ligeramente cuando pensaba que ella no estaba mirando.