¡No pudo soportarlo más! ¡Mira cómo este hombre le dio una lección a un niño que pateaba el asiento y a su madre!

Un pequeño golpe contra el respaldo de su asiento. No fue fuerte. Ni siquiera fuerte. Simplemente… ahí. Como un golpe que no tenía nada que hacer allí. Se quedó inmóvil. Esperó. Fue eso… otro golpecito. Esta vez más fuerte. Una sacudida que le sacudió la columna vertebral. Daniel abrió los ojos y se incorporó. Lenta y deliberadamente, se volvió para mirar detrás de él.

Había un niño sentado, con las piernas cortas que no llegaban al suelo. Sus zapatillas se balanceaban libremente en el estrecho espacio entre su asiento y el de Daniel. Con cada rebote, las suelas golpeaban el respaldo del asiento de Daniel como un metrónomo con malas intenciones.