¡No pudo soportarlo más! ¡Mira cómo este hombre le dio una lección a un niño que pateaba el asiento y a su madre!

Cuando reservó el billete hace dos semanas, no lo dudó. Era más de lo que solía gastar en viajes en tren, pero no se trataba de dinero. Se trataba de silencio. Eligió específicamente el vagón tranquilo, un asiento reservado con una amplia ventana y espacio extra para las piernas. Una pequeña burbuja de calma creada sólo para él.

Sin llamadas. Sin bebés llorando. Ni música alta. Sólo el zumbido de las vías, el borrón de los árboles y tal vez -si los dioses del tren eran benévolos- una taza de café decente del vagón cafetería. Lo necesitaba más de lo que quería admitir.