«Vaya. Vale. ¿Sabes qué? Quizá necesites relajarte un poco. Es un tren, no un spa» Volvió a colocarse el auricular y se dio la vuelta, dando por terminada la conversación. Daniel se quedó helado, con calor detrás de las orejas.
El bochorno llegó rápido y sin piedad, no porque él hubiera reaccionado de forma exagerada, sino porque ella había hecho que lo pareciera. Y ahora… Ahora venían las miradas. Las sintió como focos en su espalda, sutiles al principio, luego una a una: un hombre que echaba un vistazo por encima de su libro, una mujer dos filas más abajo que se detenía a mitad de la carrera.