¡No pudo soportarlo más! ¡Mira cómo este hombre le dio una lección a un niño que pateaba el asiento y a su madre!

Las piernas del niño se balanceaban de nuevo, metódicamente. No salvajemente. Sólo lo suficiente para que el asiento de Daniel se estremeciera cada pocos segundos. El niño miraba la bandeja que tenía delante como si fuera una videoconsola, sumido en un ritmo privado.

Al otro lado del pasillo, la madre seguía sin darse cuenta. O peor aún, se había dado cuenta y había decidido ignorarlo. Miraba algo en su teléfono, con el pulgar hacia arriba y una expresión completamente neutra. Sus auriculares brillaban débilmente bajo la luz del techo.