Esa noche, se disculparon sin condiciones. Por los secretos, el silencio, la distancia. Por dejar que el estrés y la nostalgia se interpusieran entre ellos. Y en aquel salón silencioso a altas horas de la madrugada, hicieron un voto silencioso, no de ser perfectos, sino de permanecer abiertos. Hablar antes de que el silencio se hiciera más tajante.
Semanas más tarde, en su aniversario, Connor llevó a Julia a una cena a la luz de las velas en un restaurante de cinco estrellas con vistas al horizonte de la ciudad. Llevaba un vestido negro y el perfume que él había hecho para ella. Mientras él le servía vino, ella le sonrió, tranquila, agradecida y, por primera vez en meses, en paz.