Después del trabajo, cruzó la ciudad y aparcó un poco más abajo de la dirección, junto a la carretera principal. La calle tenía un encanto que le retorcía el estómago: estaba llena de pastelerías, floristerías y pequeños cafés con mesas bajo las luces. Un lugar pensado para la intimidad.
Se sentó al volante con las manos frías, observando a los transeúntes. Hacía meses que Connor no la llevaba a una cita de verdad. Ahora, parecía que venía aquí con regularidad. No para hacer recados. No por trabajo. Por alguien llamada Elena. Y Julia estaba finalmente a punto de verlo.