Aquella noche, el silencio en la habitación parecía más pesado de lo habitual. Julia se quedó mirando el techo, con la mente en blanco. ¿Se estaba inventando una historia? ¿Se trataba de un malentendido? Tal vez había presionado demasiado: por el bebé, por el cambio, por un futuro que él nunca había pedido.
Pero entonces el olor volvió a ella. El perfume, denso en el cuello de su camisa. La expresión de su cara cuando ella le preguntó si había sido una mujer. Las reuniones, el secretismo. El nombre en su agenda: Elena. Eso no había sido imaginado. Lo había registrado.