Cada rumor apretaba más el nudo en el pecho de Maggie. Dejó de confiar en sus propios recuerdos, recomponiendo su matrimonio, preguntándose cuáles estaban enteros. La risa de Daniel parecía ahora un eco en una habitación grande y vacía. Ansiaba una respuesta clara: ¿la había traicionado o la había protegido como decía?
Con el paso de los meses, llegaron las reclamaciones. Cartas de pequeños prestamistas, una reclamación tardía de un contratista que decía que Daniel le había garantizado un trabajo hacía años, un aviso ambiguo de un banco en el que una empresa a la que Daniel había asesorado en el pasado había dejado de pagar. Cada reclamación requería verificación y pago cuando era válida. Los fondos del fideicomiso se contaban en su contra.