Volvió al almacén que Daniel había alquilado años atrás, el mismo lugar donde había encontrado cajas ordenadas de libros de contabilidad. Esta vez, estaba menos tentativa, más decidida. El almacén olía a polvo y óxido; la luz fluorescente zumbaba. Las cajas esperaban en filas paralelas como testigos pacientes.
En una caja etiquetada como Financiera – 2009-2015, encontró viejos papeles de préstamos y, pasando las páginas, un libro de contabilidad que mostraba la lenta canalización de ciertas sumas hacia una cuenta denominada fideicomiso. Las fechas de los depósitos se remontaban a una década atrás. Llevaba años moviendo dinero, con cuidado, deliberadamente.