Los amigos ofrecieron teorías, cada una más inquietante que la anterior. Algunos sugirieron el juego. Otros aludían a una posible amante. Maggie forzaba sonrisas corteses, pero sus palabras calaban hondo. A solas por la noche, se quedaba despierta, repitiendo décadas de conversaciones, preguntándose qué momentos habían sido verdaderos y cuáles podrían haber sido una farsa.
Maggie cerró un cajón de golpe, con la frustración a flor de piel. ¿Por qué no pudo haber sido sincero en vida? ¿Por qué dejarla persiguiendo sombras en medio del dolor? Apoyó la frente contra la fría madera y susurró: «Confié en ti, Daniel. ¿No fue suficiente?» El silencio respondió, pesado y sofocante.