En la parte trasera de la unidad había una pequeña caja con cerradura, cuyo latón brillaba débilmente bajo la luz fluorescente. Maggie utilizó la llave. Dentro, cuidadosamente doblado, había un archivo sellado y etiquetado con la letra de Daniel: Para Margaret. Aquello la dejó sin aliento. Se apretó la carpeta contra el pecho, reacia a abrirla allí.
Volvió a cerrar el aparato, con el corazón latiéndole con fuerza. La carpeta siguió pesando en su bolso mientras conducía de vuelta a casa. No podía deshacerse del temor de que en su interior hubiera una prueba de traición: otra familia, deudas o alguna empresa criminal. Las últimas palabras de Daniel volvieron a ser promesa y amenaza: «Lo siento. Ya lo verás»