En casa, Maggie extendió la carpeta sobre la mesa. La mayor parte era indescifrable, líneas de números y firmas. Sin embargo, en el reverso encontró un resguardo de cita con el nombre de Daniel garabateado en tinta clara, junto a la dirección de un almacén. Se le aceleró el pulso. Le esperaba otro secreto.
El almacén estaba situado a las afueras de la ciudad, con una hilera de puertas metálicas que se extendían como centinelas silenciosos. Maggie presentó el resguardo al empleado, que comprobó los registros y la guió por el pasillo. La llave en su mano se sentía más pesada a cada paso que daba hacia el secreto de Daniel.