La mujer desaparece horas después de dar a luz: el instinto del marido le dice que revise su armario

Las preguntas se hacían más profundas con cada recibo. Un restaurante. Un aparcamiento en el centro de la ciudad. Cada detalle tiraba de un hilo suelto. Eran la prueba de repetidos encuentros con alguien, lo bastante silenciosos como para pasar desapercibidos, hasta ahora. Se le hizo un nudo en la garganta. Podía verla allí, inclinada hacia alguien, sonriendo. Alguien que no era él.

El pensamiento se le coló antes de que pudiera evitarlo: ¿el bebé es mío? Le dejó un sabor amargo en la boca. Apretó los recibos en el puño, furioso consigo mismo. Lina se había reído ayer con él. Le había dado a su preciosa hija. ¿Cómo podía dudar de ella ahora?